El saludo. Esa breve expresión de reconocimiento y cortesía que, a simple vista, parece un acto trivial dentro de la convivencia diaria.
Sin embargo, su ausencia, el silencio que lo reemplaza, puede tener múltiples y profundas interpretaciones desde la psicología.
Para muchas personas, que alguien no devuelva un saludo se percibe de inmediato como una actitud grosera, indiferente o incluso de rechazo directo.
Pero, según los especialistas, este comportamiento podría estar reflejando procesos emocionales internos complejos, algunos incluso vinculados directamente con el bienestar psicológico de quien omite el saludo.
De acuerdo con la revista Men's Health, no devolver un saludo puede parecer descortés, pero en muchos casos es una reacción automática frente a la incomodidad social.
Para personas con ansiedad social, por ejemplo, evitar este tipo de contacto mínimo puede ser una forma inconsciente de esquivar situaciones que les resultan abrumadoras. La mirada del otro, el juicio posible, el miedo a hacerlo mal: todo se acumula en un segundo que se resuelve con una omisión.
El psicólogo Sergi Rufi, de la Universitat de Barcelona, explica que el cerebro humano está programado para buscar conexión y seguridad.
"Cuando alguien no responde a un saludo, la mente puede interpretarlo como una amenaza o un rechazo, aunque no haya intención real de herir", señala. Es decir, la falta de respuesta activa mecanismos emocionales que nos ponen en alerta, porque el saludo es más que una formalidad: es un código básico de reconocimiento.
El saludo tiene una carga emocional más profunda de lo que suele asumirse | Getty Images
Cuando el silencio dice más
Desde una perspectiva clínica, no saludar puede estar asociado a múltiples causas. La ansiedad social es una de las más frecuentes, sobre todo en personas que se sienten desbordadas por el contacto humano, incluso el más breve.
También puede ser una expresión de conflictos no resueltos: el silencio funciona como una forma pasiva de rechazo, una manera de evitar confrontaciones sin verbalizarlas.
Otras veces, se relaciona con la autoestima. Personas que no se sienten merecedoras de atención o que buscan pasar desapercibidas pueden evitar saludar como forma de protección. En relaciones ya deterioradas, no devolver un saludo puede ser un mensaje claro de cierre: el vínculo se rompió y no hay interés en retomarlo, ni siquiera a través de una mínima cortesía.
La American Psychological Association (APA) lo resume así: la falta de saludo puede responder a "conflicto, indiferencia, ansiedad social o incluso rasgos de personalidad como la introversión o el narcisismo". Ninguna explicación borra el efecto emocional que puede generar, pero ayuda a entender por qué ocurre.
Una investigación publicada en Frontiers in Psychology en 2017 lo confirma: los comportamientos que se alejan de las normas sociales, como ignorar un saludo, pueden “activar respuestas emocionales negativas en los demás, afectando la cohesión social y el bienestar emocional”. No decir “hola”, entonces, puede parecer inofensivo, pero tiene impacto.
Un gesto pequeño con peso emocional
El saludo es más que una norma de convivencia: es un puente que afirma la existencia del otro. Su omisión, por el motivo que sea, interrumpe esa conexión. A veces, esa pausa puede ser una simple distracción. Pero cuando se repite, o cuando ocurre en momentos sensibles, puede doler más de lo esperado.
Comprender las razones detrás de este comportamiento no lo justifica en todos los casos, pero permite abordarlo con menos juicio y más empatía. Y también invita a preguntarse por qué a veces nos duele tanto cuando alguien no devuelve un saludo. Tal vez, en esa pequeña omisión, lo que más afecta no es el silencio, sino el mensaje implícito: “no te veo” o “no me importa”.
Así, algo tan simple como un saludo sigue siendo uno de los actos más potentes —y subestimados— de la interacción humana.